“El cambio nunca es doloroso, solo la resistencia al cambio lo es”, Buda.
Los seres humanos a lo largo de nuestra vida experimentamos multitud de cambios que nos transforman, modificando así nuestra manera de comprender, ser y estar en el mundo. Estos cambios ocurren a un nivel biopsicosocial, y son una constante desde nuestro nacimiento hasta el final de nuestros días.
A pesar de que esta realidad nos es intrínseca, también lo es (confirmando con ello nuestra naturaleza contradictoria) la tendencia a evitar el cambio en las distintas facetas nuestra vida, sobre todo si tienen que ver con aspectos decisivos de nuestra existencia, como son las creencias, los repertorios conductuales, los patrones relacionales, etc.
Hacemos todo lo que está en nuestras manos para que nuestra pareja siga siendo la misma, aun cuando haga tiempo que ya dejó de serlo. Continuamos en ese trabajo, aun cuando sabemos que ya no es para nosotros, o incluso a un nivel más general, somos capaces de mantener las creencias y actitudes aprendidas en nuestra niñez, aun cuando ya, en nuestra madurez, han dejado de sernos útiles, y nos acarrean sufrimiento o malestar (consecuencia de la necesidad de cambio).
Aferrarnos a la manera de funcionar en el mundo que hemos conocido y que por tanto nos es familiar, aun cuando se haya convertido en una manera disfuncional de estar en él, es una realidad habitual de consulta.
Esta resistencia, se podría decir que es una tendencia profundamente humana, aun cuando suele conllevar altas dosis de angustia.
Lo observo a diario en mis pacientes cuando perseveran una y otra vez en mantener en sus vidas lo que ya no les funciona, no les representa, no les corresponde con su evolución humana y por consiguiente no les ayuda a mejorar, llevándoles así a “tropezar con la misma piedra” infinidad de veces, tantas como estén dispuestos/as a tolerar, claro está, con el consiguiente desgaste emocional y frustración. Todo tiene su precio.
Hay diversos motivos por los que una persona no realiza cambios en su vida, bien porque cree no necesitarlo (en este caso el cambio nunca llegará, no insistas), bien porque cree no poder, bien porque las ventajas que le reporta no cambiar son superiores a las que implicaría modificar facetas en su vida, o bien (y este es común a todos los anteriores) porque está atrapado en el miedo a la incertidumbre, un miedo tan arraigado en el ser humano como lo es el miedo a la oscuridad en los más pequeños, ambos relacionados…
Conceptos como “zona de confort”, “zona de aprendizaje”, “zona de pánico” o “zona mágica”, todos ellos relacionados con este miedo al cambio que venimos tratando, son explicados en el siguiente vídeo de una forma amena y constructiva, por lo que te recomiendo que le dediques unos minutos si te apetece dejarte invadir por el impulso brillante y motivador que implica vivir nuevas experiencias, todo esto, claro está, si te animas a salir de tu zona de confort y le das una oportunidad a todo lo que aún no conoces del mundo y de ti mismo, y necesitas aprender para evolucionar como ser humano, conquistando-te así áreas de alegría, bienestar, felicidad.
Si aún necesitas un empujón más para perder el miedo al cambio, queremos aportar un conocido y no por ello menos inspirador tema musical. Pero lo que ahora te pedimos, es que lo escuches con atención, dejándote zambullir por su positividad y “color esperanza”.
La vida nos ofrece guías como esta canción para transcurrir por nuestra cotidianidad con energía y auténticas ganas de VIVIR!!
MARIAJESUSGONZALEZ.COM